Es una profesión que genera muchos enigmas. A las aprendices se las llama Maiko, desde muy temprana edad, incluso desde la infancia, pueden comenzar con su entrenamiento. Se les enseña a bailar, cantar, narrar, tocar instrumentos tradicionales, refinamiento, cultura en general y ser muy dulces.
Este aprendizaje es a puerta cerrada, puede llevar 5 años, es sólo por invitación, con jerarquía estricta y algunas no soportan la presión ya que es complejo y tienen muy poco contacto con sus familias.
Hay ritos y rituales de un mundo que a los occidentales nos cuesta entender, sobre todo que algunas mujeres niponas sueñen con llegar a ser geishas.

El origen de esta actividad se remonta al siglo XVIII cuando en Tokio la industria del placer era llevado adelante por hombres, porque efectivamente, los primeros profesionales de este entretenimiento eran varones.
En la década del 20 las geishas llegaron a ser muy populares, había unas 80 mil, hoy si bien siguen existiendo, son muy pocas, sólo llegan a ser 1.000. Son consideradas artistas, encargadas de entretener en fiestas y banquetes bailando y cantando. En la ciudad de Kioto la tradición se mantiene mucho más presente, ahí se encuentran varias casas de aprendizaje prestigiosas.
El turismo contribuye a que esta tradición siga viva, ya que hoy algunas son contratadas para asistir a casas de té, restaurantes, eventos y fiestas.

Algo muy común es la confusión que se genera fuera del Japón, confunden geishas con prostitución. Pueden coquetear incluso insinuar pero no necesariamente incluye acto sexual. Aunque en honor a la verdad, como hay un gran secretismo alrededor de esta actividad, tampoco podría asegurar qué hacen algunas geishas con sus clientes.
Lo que sí queda claro es que son el ícono de la delicadeza y que son un puente entre las viejas costumbres y tradiciones, entre el pasado y la vida actual.