Uno llega al aeropuerto Narita de Tokyo y parece que se estuviera en una ciudad gobernada por un niño. Los aviones tienen, en vez de los logos de sus empresas, dibujos de Pokemón, Hello Kitty y otros tantos dibujos infantiles. Y las lolitas son un fiel ejemplo de esa infantilización, son el ícono de lo aniñado y están incorporadas a la cultura nipona, tanto que han desplazado a otro ícono, las geishas. Es una de las subculturas muy fuerte y de las más llamativas y populares de Japón que está a la vista en cualquier esquina de la ciudad. Hay de todos los estilos, pero se destacan las de estética aristócrata de siglos pasados como las de épocas del Rococó, Barroco y Victoriana. Todas sin excepción le prestan muchísima atención a cada detalle y a la estética en general. No es casual, Tokio es una de las ciudades donde la moda no pasa desapercibida y ellas con sus atuendos tampoco. Realmente son un espectáculo para la vista.
Suelen pasearse por el barrio de Harajuku que es su epicentro, más precisamente en la peatonal Takeshita Dary, su punto de encuentro. Son un movimiento social, cultural y sobre todo estético; me he pasado horas observando los detalles de sus atuendos, bellísimos por cierto. Aunque mi mente liberal de occidente tenía ciertas contradicciones ya que al verlas, no podía separar esa idea de mujer servicial, buena esposa y conservadora que se paseaba delante de mis ojos en pleno siglo XXI en una de las ciudades más modernas del planeta.
La mayoría de las lolitas son jovencitas entre 15 y 35 años, pero también se ven mujeres mucho más grandes e incluso hombres. Las hay de todos los estilos, no soy una experta, pero pude distinguir algunas mucho más dark con todo su gótico negro encima, otras más casual, algunas más infantiles y con toques de animé.
De lo que sí estoy segura es que las lolitas son un claro ejemplo de la cultura de lo aniñado y «tierno». Están absolutamente incorporadas a la sociedad nipona al punto que han desplazado a las geishas. Cuando me refiero a la cultura aniñada es porque desde que llegué a Tokio no podía creer todas las alusiones infantiles, en todos lados y no en la calle de las jugueterías.
En Japón las lolitas no tienen la connotación que en Occidente le damos al término, gracias a la novela de Nabokov y a la película que trata sobre jóvenes que despiertan sexualmente, esto no tiene relación con la moda japonesa, aunque algún occidental se haga la «cabeza» con sus fetiches.
Cada estilo de lolita tiene un nombre y sus particularidades, incluso tienen sus respectivas marcas de ropa, variedad de colores y texturas de sus telas las diferencian, así como los accesorios del pelo. Hay estilos temáticos que dan para escribir un libro, pero con solo sentarse por las calles del barrio Harajuku, sobre todo un sábado a la tarde, uno puede comenzar a reconocer las diferencias. Son tantos que ni ellas pueden saberlos, country, la hime, las Qi, las góticas, las sweets, las shiro, las sailors, las punks, las eros, uffff cientos de cientos.

Hay un Japón para todos los gustos, lo importante es que quieras descubrirlo.