La principal religión de Japón es el respeto, que incluye, por supuesto, el respeto por todas las religiones. Conviven distintos credos en armonía, aunque la religión de origen es el sintoísmo, la mayoría practica el budismo, pero también hay templos, santuarios, mezquitas, iglesias y centros de evangelistas y testigos de Jehová, todos en paz.
EL ORIGEN
En el norte viven los nativos más antiguos de Japón, los Ainu con una historia que se remonta a diez mil años atrás. La tradición de los Ainu influenció en el Japón moderno, especialmente en su religión. Ellos creen que todos los elementos naturales (árboles, animales, aún las piedras) están habitados por espíritus o dioses, por eso, fue de estas raíces que surgió la religión nativa de los japones: el sintoísmo.
Ellos adoran a los kami (innumerables espíritus de la naturaleza), veneran deidades del cielo, la tierra y a sus antepasados, esto último también es muy común en otras religiones de Asia, y se debe a que creen que el alma permanece ligada al cuerpo después de la muerte o puede permanecer incluso cerca de él.

Muchos nipones incorporan tanto el sintoísmo como el budismo a su vida cotidiana. El budismo llegó a Japón en el siglo VI, después del sintoísmo pero los japoneses los supieron combinar. Si bien los nipones no son una sociedad tan religiosa, sino que rinden cultos más por tradición, hay muchos budistas, sintoístas e incluso muchos que creen en ambas.

Aunque el sintoísmo sigue presente en la sociedad, hoy es la segunda religión de Japón, unos 4 millones de fieles que representan un poco más del 3% de la población. La mayoría de los japoneses se inclinan por el budismo, con unos 108 millones de fieles que significa el 84% de la población. Pese a que los nipones no son muy religiosos, sus creencias espirituales son muy fuertes y tienen gran peso en sus vidas cotidianas. También hay unos 2 millones de cristianos, que parecen muchos, pero en un país de 127 millones de habitantes, son muy pocos.
LA FE JAPONESA – EL SINTOÍSMO
La religión en este hermoso país también es el resultado de una evolución de creencias de dos mil años, como en muchos otros países de Asia. Es antigua y tiene sus raíces en prácticas y creencias que se remontan a la prehistoria.
La fe propia de Japón es el shinto, una fe conocida como kami no michi (el camino de acuerdo al kami). Y el kami es un gran panteón de seres divinos: los espíritus de animales, de árboles, montañas y otros fenómenos naturales, además de los dioses inmortales que viven en el cielo y controlan sus vidas. Si bien no es la religión principal sigue atrayendo y conservando a muchos seguidores y es una fe muy viva.

El término shinto, que suele traducirse como el camino de los dioses, se aplicó por primera vez a la religión propia de Japón en el año 720 d.C, unas cuantas décadas después que el budismo llegara al país, pero se cree que existía miles de años antes. Seguramente sus raíces están en el animismo, por su idea de los fenómenos naturales investidos del poder divino.
Sus seguidores creen en la importancia de venerar el kami, que son la variedad de seres divinos. Se cree que hay un número infinito de kami y que incluyen todo tipo de fuerzas naturales y entidades. Incluso, todo aquello que exhiba un poder impresionante o una fuerza vital se puede considerar kami.

Los fieles veneran a estos innumerables kami, tanto en sus casas como en los santuarios. Entre los kami más destacados está la diosa del sol, Amaterasu; o el dios del arroz, Inari. También hay otros, como los espíritus de los antepasados, pero no existe una jerarquía entre los kami, todos están investidos por el mismo poder divino. Al menos eso dicen.
Aunque el budismo adquirió toda la importancia en la espiritualidad japonesa tras introducirse en el país, el sintoísmo sigue siendo esencial en la vida, la cultura y la fe japonesas de hoy. Muchas personas visitan sus santuarios para pedir algo a los kami, solicitar al sacerdote que celebre una ceremonia del ciclo de la vida, como una boda o celebrar las fiestas del calendario sintoísta. Sus santuarios son preciosos y merecen la pena ser visitados y prestarle atención a sus respectivos seguidores, que muchos de ellos hacen sus oraciones especiales para enfrentarse a los desafíos que depara la vida, nada menos.

El sintoísmo se recuperó durante 1868, cuando el emperador Meiji retomó las riendas del poder y convirtió al sintoísmo en religión oficial del Estado. Incluso, la familia imperial afirmaba ser descendiente de la diosa del sol y que ésta, había enviado a su nieto a gobernar Japón. Uf, la cantidad de reyes y emperadores que se arrogaban ser hijos de Dios o de los astros, qué fetiche imposible de contradecir en aquellas épocas. Sigamos …
Hay grandes santuarios, como el de Ise y otros tantos que empezaron en aquella época a destacarse, en un principio se dedicaban a kamis locales, y posteriormente se centraban al culto imperial, por eso empezó a llamarse sintoísmo del Estado y se mal utilizaba para fomentar el nacionalismo japonés. Fue allí que empezó a derrapar todo, por ejemplo destruyeron los templos budistas, cuando antes las dos fes coexistieron en paz, por ende todo aquel que se oponía al shinto era castigado. Incluso en los siglos XV y XVI los cristianos también habían sido perseguidos.

Después de la segunda guerra mundial la cosa cambió, y mucho, sobre todo, porque la perdieron. La nueva constitución eliminó el estatus del sintoísmo como religión patrocinada por el Estado y le dio al pueblo japonés libertad de culto. Por fin! Entonces después de separarse el sintoísmo del Estado se reorganizó y se formó el Jinja Honcho, que era una asociación de santuarios que encausó la religión que fomentaba la fe nacional pero no nacionalista. Alabado sea el shinto, el kami y el sol naciente por separar el Estado de la religión y la creencia en una fe del nacionalismo fanático.
Afortunadamente hoy los japoneses conviven en armonía y en paz con todas las creencias. ¡Aleluya qué ejemplo para el mundo mundial!
